No me gusta la ópera.
‘Otello’, de Giuseppe Verdi, tampoco.
Basada en la obra teatral del gran Shakespeare.
Un dramón.
Un argumento simple pero con miga, y del que aprenderás algo crucial.
La prueba del pañuelo
Nada que ver con Leonardo Dantés y su famoso baile. Que quede claro.
Guerras entre Venecia y el Imperio Otomano. Siglos XVI y XVII.
Yago, el villano, envidioso, resentido, manipulador, convence al general Otelo de que su mujer, Desdémona, le es infiel.
Con Casio.
Este tiene en su poder un pañuelo que originalmente pertenecía a a la pobre Desdémona.
Fue un regalo muy significativo de Otelo para ella.
El malísimo Yago martillea a Otelo haciéndole creer que Casio se lo dio como símbolo de su amor. Vamos, que están teniendo una aventura.
Pero nadie les vio en una situación comprometedora.
Nadie vio a Desdémona entregarle el pañuelo a Casio en un contexto amoroso.
Yago manipuló los eventos para que el pañuelo llegara a manos de Casio
El pañuelo, por sí solo, no demuestra la infidelidad. Es una circunstancia que, aislada, podría tener múltiples explicaciones.
Sin embargo, en la mente de Otelo, ya envenenada por las sospechas y las mentiras de Yago, esta circunstancia se convierte en la pieza central de una conclusión (errónea) sobre la culpabilidad de Desdémona. Yago es un maestro en crear una narrativa alrededor de esta prueba circunstancial para que parezca una prueba concluyente a ojos de Otelo.
Celoso perdido, Otelo interpreta la angustia inocente de Desdémona como pura culpabilidad y la mata.
Después se da cuenta de que ha sido engañado, y se suicida.
Tragedia servida.
Tu Yago Interior
Ese malvado Yago que te susurra veneno al oído no está fuera de ti.
Está dentro.
Y se alimenta de tus inseguridad más profundas: de ese proyecto que terminó en fracaso, de ese síndrome del impostor que te grita que no vales para nada.
Aunque no sea verdad.
Empiezas así a ver el mundo a través de las ‘gafas de culpable’.
Si un cliente se retrasa unos días en pagar, ya piensas en que seguro que no va a pagar.
Si un trabajador tiene un pequeño error, enseguida afirmas que sabías que no era de fiar.
Tus ventas llevan un buen ritmo estos últimos meses. Pero te falta tiempo para decir que esa suerte no puede durar.
Gafas de culpable
Ese es el error del celoso Otelo.
Tienes una sospecha, y todo lo que haga el otro, aunque sea puro estrés por tu acusación, te confirma que tienes razón.
Ves lo que tu paranoia quiere ver, no la realidad.
Ves fantasmas donde no los hay.
En cuanto ‘ese Yago interior’ ha plantado la semilla de la confianza, tú, cual Otelo, comienzas a ver traidores por todas partes, y la realidad y la percepción de ti mismo de tus logros de manera distorsionada.
Eres un ‘Otelo’
Con las gafas de Otelo puestas, cada gesto ambiguo se convierte en prueba irrefutable de la catástrofe inminente.
Pero el problema es que ese culpable que ves en todos lados, a menudo, es solo un reflejo de tus propias expectativas negativas.
Y esto tiene un precio.
Pierdes oportunidades porque ‘algo no te huele bien’; cuando son sólo tus propias inseguridades.
Fomentas el mal ambiente.
Nadie quiere trabajar para alguien que todo el rato está esperando la traición en cada esquina.
Y te quedas así solo, tomando decisiones desde el miedo, con el único consejo de tu Yago interior.
Deja de escuchar esa ópera interior
Cuando esa voz fatalista te susurre al oído, pregúntate si tienes pruebas reales para creértela.
Y si tu mente se enfoca en un posible engaño, busca una evidencia de lo contrario.
Ten presente que los pensamientos son sólo eso, y no verdades absolutas.
Reconocer a tu Yago interior es el primer paso para recuperar el control, no solo de tu empresa, sino de tu propia narrativa interna.
¿Es intuición genuina basada en hechos o , por el contrario, es mi Otelo particular montándose de nuevo una película?
Cuando oigas susurros, ponte a escuchar ópera.
Aunque sea un poco aburrida.
Lo siento, Plácido Domingo.