Es muy probable que no sepas quién fue Christopher McCandless. Tampoco importa demasiado.
Allá por los años 90, este desobediente civil y peculiar excursionista norteamericano, decidió emprender un viaje que siempre había soñado llevar adelante. Una especie de “Odisea de Alaska”, como él mismo la bautizó.
Su idea era vivir de la tierra, apartado de la civilización y en un territorio verdaderamente hostil, a la vez que iría dejando en su diario de viaje su progreso físico y espiritual en su lucha con la naturaleza.
En abril de 1992, haciendo autostop en todo el camino, quiso llegar hasta Fairbanks, Alaska. Le recogió en un coche un lugareñó que fue quien le vio con vida por última vez. Según contó más tarde, le pareció sorprendente la precariedad del equipo que cargaba el joven Chris.
Aparte de verle con mucha inexperiencia para enfrentarse a los peligros y rigores de Alaska, quiso convencerle de que postergara su viaje para que pudiera comprar antes un equipamiento más adecuado y mejor preparado para la superviviencia.
Pero el excéntrico Christopher no quiso ninguna ayuda. Sólo aceptó de su nuevo amigo un par de botas viejas de caucho, dos latas de atún y una bolsa de maíz. Ah, y por supuesto,. tampoco llevaba en el equipaje dos elementos imprescindibles de un viajero: la brújula y el mapa.
Después de caminar varios kilómetros por la Stampede Trail, McCandless encontró lo que vio como una salvación y en cambio acabaría siendo su ataúd…: un autobús viejo abandonado y destartalado, al que Chris lo convirtió en su casa.
Aparte del escaso equipaje, tampoco tenía experiencia como cazador, pero de todos modos capturó pequeños animales, pájaros, puercoespines, conejos; llegó incluso a matar a un alce…(Sí, un rifle sí que llevaba, ya que estaba decidido a vivir de la caza). Pero claro, no podía conservar su carne pese a ahumarla sobre las ramas de los árboles, como le habían enseñado al inicio de su viaje unos cazadores.
El drama del hambre y el final. La importancia del equipaje en tu aventura empresarial. Lo que se puede aprender de Chris
Empezó así el drama del hambre. En julio de 1992, y tras vivir meses en el auto-
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