Corre, Forrest, corre'.
Le dijo la pequeña Jenny al pequeño Forrest Gump cuando le perseguían los malotes.
Y el bueno de Forrest, comenzó a correr, con las prótesis bien ancladas en sus piernas.
Hasta que, al cabo de un breve rato corriendo, esos artilugios mecánicos se le caen, y empieza a correr más y más rápido, dejando atrás a esos malotes que le perseguían en bicicleta.
Apenas podía caminar y correr bien, pero en un momento, corre a una velocidad que ni él mismo sabía que tenía.
Una escena icónica de la película, y también, de la historia del cine.
Las cargas que llevamos
Todos tenemos nuestras limitaciones.
Cargamos con esas prótesis invisibles.
No son de metal como las de Forrest.
Pero nos pesan demasiado, y nos frenan mucho más de lo que creemos.
Son esos miedos a empezar con nuestro proyecto, ese miedo a no ser suficiente, a no tener capital, ni experiencia para comenzar.
Esa idea de que somos demasiado mayores, o jóvenes para cambiar de rumbo, de que no se nos da bien hablar en público.
El miedo a innovar, esas resistencia que tenemos por miedo al qué dirán o al fracaso...
Pero un día, los matones, o sea, una crisis económica (o personal), un cliente complicado, un competidor que nos pisa los talones, un plazo que nos parece imposible de cumplir, nos hacen ser conscientes de esas prótesis o esas cargas que llevamos.
O las rompemos, o nos rompemos nosotros.
Una voz de aliento
A veces, nos olvidamos de esto.
Forrest no rompió sus prótesis solo por la presión de verse perseguido por los matones.
Lo hizo cuando escuchó a Jenny.
'Corre, Forrest, corre'
Su grito no fue una simple sugerencia.
Fue como una luz que le permitió ser consciente de sus capacidades, una chispa de permiso para intentarlo de verdad.
Si Jenny sabía que Forrest podía correr, por qué no intentarlo
Tu Jenny
En tu vida, tendrás a tu Jenny
Ese mentor que ve en ti un potencial que tú aún no reconoces.
O tal vez, ese amigo, o familiar que te apoya en tus locuras.
O tu jefe, que en lugar de señalarte con el dedo acusador cuando tienes un error, te desafía a superarlo.
Esa voz interior que,, en un momento de lucidez, te grita que te atrevas.
Y cuando haces caso a esa voz, dejas de correr arrastrando tus prótesis, tus cargas
Las revientas, y empiezas con una versión de ti mismo que ni conocías.
Las 'cadenas' caen..
La presión de los matones por un lado, el grito de Jenny por el otro.
Y tú, en medio, como Forrest Gump.
Cuando la adversidad y el ánimo se combinan, se produce una mezcla que te permite acceder a una fuerza, una velocidad, una capacidad que no sabías que tenías.
Te liberas.
Y descubre que esas 'prótesis', esas cargas impuestas o autoimpuestas, no son parte de ti.
Tan sólo eran un simple añadido del que podías prescindir.
Corre, te llames como te llames, corre
A veces, sólo necesitas que alguien, o tú mismo, te grite que corras hacia esa oportunidad.
Si, es probable que te asuste, pero en el fondo, te atrae.
Comienza a creer en tu capacidad para romper tus propias barreras
Aunque en la vida real, esa ruptura no suele ser tan cinematográfica...
Romper esas cadenas es un proceso.
Y sí, en ocasiones no conseguirás romperlas del todo.
Pero cuando ocurre, cuando esa limitación cede, la sensación de liberación es muy profunda.
Vale, es probable que no corras tan rápido como Forrest al día siguiente, pero sí sentirás que te has quitado un pesado yunque de encima.