Te encuentras metido en una olla puesta en el fuego.
Al principio, el agua está tibia, Incluso estás cómodo.
Pero poco a poco, la temperatura va subiendo.
Casi no lo notas, y cuando te quieres dar cuenta, estás cocido.
Como cuando te despiertas cansado.
Arrastrando los pies hasta tu lugar de trabajo.
Y pasas las horas mirando la pantalla del ordenador, sintiéndote vacío.
Y cuando por fin llegas a tu casa, ni siquiera tienes fuerza ni para sonreír.
¿Te suena esto familiar?
Así actúa el agotamiento en el trabajo. Esa epidemia silenciosa que está devorando a muchos trabajadores.
Se ha convertido en la ‘nueva normalidad’ en nuestra vida laboral.
Pero el agotamiento no es normal. No es un ‘rito de iniciación’. Ni una insignia de honor. Y por supuesto, no es el precio que hay que pagar para tener éxito.
Es una auténtica crisis de salud. Es una trampa mortal que está destruyendo tu salud, tu felicidad y tu potencial.
¿Puedes escapar de esta trampa?
Esas noches de insomnio, esa ansiedad, esa dificultad para relacionarse…
Llegar a tu casa y no tener energía suficiente, ni ganas para hablar con tus hijos después del trabajo
Ese agotamiento no hace discriminación alguna. Afecta a todos, a todas las edades, a todos los sectores, a todos los niveles.
Y todos lo estamos viendo como algo normal. Pero no lo es.
Ese estrés crónico no es ningún signo de dedicación. Es más bien una señal de que algo no funciona bien en nuestro enfoque del trabajo y de la vida.
No es nada fácil eliminarlo por completo, pero mientras tanto, hay cosas que puedes hacer para protegerte y mantenerte saludable.
El punto justo de estrés. Tu nivel de estrés es como una cuerda.
Si está demasiado floja, no sirve para nada. Si está demasiado tensa, se rompe. El punto justo del estrés es ese equilibrio perfecto donde tienes suficiente estrés para mantenerte motivado y enfocado, pero no tanto como para sentirte abrumado.
Y para eso, lo mejor es…
…asomarse a la ‘ventana de tolerancia’.
El equilibrio. Cuando estás en esa ventana, puedes manejar mejor las demandas de tu vida diaria.
No estás ni demasiado estresado ni demasiado relajado.
En este estado óptimo de equilibrio, vamos a poder planificar, organizar, regular nuestras emociones y administrar nuestro tiempo mucho mejor.
¿Y cómo sabemos si estamos en ese punto justo de estrés?
Bueno, cada uno tenemos uno diferente. Tal vez, lo que es estresante para ti puede no serlo para otra persona.
Pero hay señales inequívocas de que estarías fuera de ese punto justo si notas…
…síntomas físicos como dolores de cabeza, insomnio, malestar estomacal…
…o señales mentales como ansiedad, apatía…
…o estar irritado, estar a la defensiva…
…o tomar malas decisiones, cometer más errores, dejar plazos sin cumplir…
…entre otras muchas.
Incluso las palabras que usas a menudo pueden ser una pista. Te dices a ti mismo que estas abrumado, exhausto, derrotado, desmoralizado, estancando,…
Ahí ya es probable que estés ya en la zona de angustia y en riesgo de agotamiento.
Los beneficios de estar en tu punto justo de estrés.
Cuando te encuentras aquí, estás en tu nivel óptimo de estimulación.
Y claro, tu memoria mejora, tu concentración, que te permite enfocarte mejor en tus tareas, mejora tu aprendizaje…
En tu punto justo…
Necesitas encontrar ese punto medio donde estás desafiado pero no abrumado.
Así que la próxima vez que sientas que estás perdiendo el control, detente. Respira profundamente.
Prioriza tu recuperación. Como los atletas. Ellos saben perfectamente que el descanso es tan importante como el entrenamiento.
Identifica lo que puedes cambiar. ¿Puedes negociar tu carga de trabajo? ¿Puedes establecer límites más claros? ¿Puedes delegar algunas tareas? A menudo, tenemos más control del que creemos.
Además de reconectarte con tus valores. Pregúntate si tu trabajo te permite ser fiel a tus valores fundamentales. Si la respuesta es no, tal vez sea hora de reevaluar la situación.
Y sobre todo, cultiva buenas relaciones sociales y busca ayuda profesional cuando la necesites.
El agotamiento no es algo inevitable. Ni algo normal.
Dejemos de tratarlo como si lo fuera.
No es el precio que hay que pagar.
Es una señal de que nuestro sistema está roto y necesita una urgente reparación.
¿Preparado para hacer un cambio?